Comienza el viaje, dejamos los prejuicios en casa y salimos con la mente abierta para trasladarnos a un nuevo continente.
Soy Elena, nací en un pueblo situado entre León y Zamora, aunque creo que ya llevo otra media vida viviendo en Barcelona. Con este pequeño escrito quiero animaros a descubrir este maravilloso país del que yo estoy enamorada. Viajo a el desde hace muchísimo tiempo, nada más y nada menos que 11 años, desde que conocí a mi gran compañero de vida Marwan, nacido en Rabat. Juntos descubrimos esta forma de libertad sobre cuatro ruedas. Como podría dedicarle muchos párrafos al tema, voy a centrar el artículo en enseñaros unos cuantos sitios imprescindibles si visitáis el país.
Comenzaré hablando de Rabat, ya que es mi favorita, pese a ser la capital y estar bañada por el océano Atlántico, no es uno de los lugares más visitados. Creo que por el desconocimiento de la gente, pues es tremendamente bonita. En el centro se encuentra la medina (casco antiguo) como toda ciudad clásica que se precie. Con su zoco de productos artesanos, tejidos, comidas y la pastelería que hace los mejores "mil hojas" de todo Marruecos. Muy cerca podemos encontrar un pequeño barrio amurallado formado por numerosas casas azules y blancas con vistas al océano. Y no me puedo olvidar de la Torre de Hassan, lo que en su tiempo fue el proyecto de mezquita más grande del mundo y que posiblemente sea el monumento más identificativo de la ciudad. En definitiva, una metrópoli llena de vida y en constante crecimiento a la que dedicarle algunos días.
Ahora nos dirigiremos hacia el norte para llegar a Chefchaouen, rodeada por las montañas del Rif, como sacada de un cuento de las mil y una noches. La llaman la ciudad azul, ya que la mayor parte está formada por construcciones azules de diferentes tonalidades, callejuelas empedradas repletas de bazares y marroquinerías. Un buen lugar para perderse en su laberinto de cuestas, arcos y escaleras. Para los amantes de la montaña, hay multitud de rutas que se pueden hacer, entre ellas destacaría ir a la cascada de Akchour.
Ahora iremos hacia el sur sin retorno, porque cuanto más nos adentramos más fácil nos resultará descubrir la verdadera esencia del pueblo marroquí. Nos encontramos en Fez, considerada la capital cultural del país, rodeada de murallas y con la medina más grande. No se puede acceder en coche, incluso hay alguna calle tan estrecha en las que apenas entra una persona. Además de por su casco histórico, es famosa por las curtidurías que le dan un olor característico a la zona. Desde diferentes tiendas asomándonos por sus balcones, podemos observar cómo trabajan las pieles con sus tintes para fabricar prendas de todo tipo.
Seguimos dirigiéndonos al sur hasta llegar al atlas medio, a las afueras de un pequeño pueblo llamado Tanghmeilt, se encuentran las impresionantes cascadas Ouzoud. Lo que al principio parece un pequeño río al que puedes seguir por un lateral, se convierte de repente en una enorme cascada de 110m de altura. Se puede llegar a la base de ella recorriendo un camino lleno de chiringuitos varios, puestos ambulantes y la fascinante compañía de una colonia de monos que viven en la zona, atraídos por los alimentos que consiguen de los visitantes. Ya abajo, se pueden alquilar una especie de barcazas para poder llegar a la caída del agua y si caminamos un poco más encontraremos pozas donde poder darnos un bañito.
Después de una zona refrescante llegamos al calor agotador del desierto de Erg Chebbi, la puerta de entrada al Sahara. El fin de la carretera está cortado literalmente por la arena de las dunas. En la pequeña aldea de Merzouga se pueden contratar las estancias al interior del desierto. Nos adentramos al atardecer acompañados de una caravana de camellos para llegar a unos 10km a un pequeño campamento preparado para pasar la noche. El espectáculo del cielo nocturno rodeado de toneladas y toneladas de arena te lleva a reflexionar sobre lo insignificante que es el ser humano y la inmensidad de la madre naturaleza. Pero lo mejor está aún por llegar, el amanecer, no se me olvidará esa salida del sol con una infinidad de juegos de luces y sombras envueltas en la roja arena del Sahara. Es uno de esos lugares a los que tienes que ir una vez en la vida para sentirlo.
Seguimos avanzando por la frontera sur hasta encontrarnos con Ouarzazate, conocida como el Hollywood de África. Acoge varios estudios de cine que han servido de escenario de películas como Gladiator o Lawrence de Arabia entre otras. Una ciudad menos masificada que otras, pero no por ello menos especial. A unos 30km nos encontraremos con diferentes Kasbahs, construcciones fortificadas típicas marroquís de adobe y madera. El poblado más famoso es Ait ben haddou, patrimonio de la humanidad por la Unesco. Punto de interés para los seguidores de Juego de Tronos, pues en toda la zona rodaron varias escenas de la serie.
Terminamos como empezamos, en el océano Atlántico. Pero esta vez al sur, en Essaouira, la ciudad del viento lo que hace de éste lugar un sitio perfecto para practicar deportes como el surf. De tradición pesquera, cuenta con un pequeño puerto que podemos recorrer, repleto de barcas azules y pescadores que preparan y ofrecen la pesca del día en las que las fotos parecen una postal. Si me preguntaran un lugar donde vivir en Marruecos, elegiría este. Si se tiene la suerte de poderla visitar en junio, coincidiremos con el festival Gnaoua de músicas del mundo, combinando ritmos de trance fusionado con una serie de músicas más actuales como el jazz, blues y rock. Un gran proyecto marroquí basado en la unión de culturas y la paz universal.
Elena
Barcelona
@seis_on_the_road